
Tan solo quedó al fin, el viejo maniquí
donde probabas tú la seda y el chifón
que llamó la atención de todo aquel que vió
tu cuerpo de princesa.
Y ahora velo ahí,
tirado en un rincón de aquel viejo desván,
guardando la emoción de cosas que no están
y vuelvo a recordar las horas de tibieza...
Y creo revivir el loco ir y venir
buscando por doquier el viejo maniquí
para poder lograr decorar tu belleza.
Y yo desde un rincón contemplo tu actuación
tratando conseguir con gran preocupación
algún nuevo color que luego te pondrás
y lucirás coqueta...
Las lágrimas empañan la visión
y veo en un rincón del viejo maniquí
a aquella que yo quise...
Dime tú por que me abandonaste;
o acaso no lograste
las cosas que soñabas...
no viste con que ganas yo
trabajaba luchando sin descanso
para darte mi abrigo;
o acaso... o acaso no entendiste que te amaba;
como te ama un amante, como quiere un amigo...
mas tú creíste que eras reina,
que yo tu esclavo debía darte todo y así,
y así te dí mi amor, y me anulaste;
y te regalé todo, te di mi sangre,
mis sentidos, mis caricias;
y tú todo lo tomaste...
y me anulaste más, mas cuando te pedí un poco de amor
tu sin mirar hacia atrás te marchaste.
devuélveme el amor, dame la vida,
dame la vida que te dí, dame los sueños;
devuelve el corazón aquí a mi pecho,
que ya vacío y ya desecho de llorar
se acuerda hoy de ti...
Dame el amor... dame la vida.
Roberto Sánchez (Sandro)